La covid-19 ha acelerado la digitalización en nuestras vidas, en las empresas y en la sociedad en su conjunto. La transformación digital en la que estamos inmersos desde los años 90 del siglo pasado ha dado un gran salto durante estos meses de confinamiento, teletrabajo, ocio digital, compras online y aulas virtuales. Sin embargo, esta pandemia ha puesto también de manifiesto otra importante transformación que está cobrando más y más fuerza: la transformación social. La tendencia hacia una mayor preocupación por los grandes retos sociales y medioambientales de nuestro planeta hace tiempo que cotiza al alza. En la nueva normalidad somos más sociales y esta nueva realidad plantea la necesidad de una transformación urgente en las organizaciones de más calado que la digital.
La transformación social es ya imparable, necesaria, urgente, global y constituye una oportunidad real para redirigir el rumbo kamikaze de la emergencia climática y la brecha social. Es una oportunidad para nosotros como ciudadanos, pero una oportunidad también para las empresas y los territorios.
Por ejemplo, Nueva Zelanda ya no utiliza el PIB como instrumento de medición de la prosperidad porque lo considera desfasado. Utiliza un nuevo índice, el del “bienestar de la ciudadanía”, que además condiciona la elaboración de los presupuestos. Una herramienta que mide variables sociales como pobreza general e infantil, violencia doméstica, salud mental, identidad cultural, medio ambiente, vínculos sociales e incluso la rehabilitación de los presos maoríes.
La Transformación Social como oportunidad para Europa.
La transformación social es también una oportunidad para Europa. Una Europa que se quedó descolgada de la ola digital frente a Estados Unidos y China. Una Europa que no debe pensar en cómo recuperar la ola que dejó pasar sino centrase en como surfear con éxito la que está por llegar.
El Comisario de Investigación, Ciencia e Innovación de la Unión Europea (UE), Carlos Moedas, afirmó que “en la Unión Europea vamos a apostar por la innovación social, no porque esté de moda, sino porque creemos que el futuro de la innovación es la innovación social”. Es decir, para la Comisión Europea, la innovación será social o no será. Esta es la ola que viene y que no podemos dejar pasar.
Esta afirmación supone una ampliación del concepto de innovación, ya que extiende los límites de la innovación tecnológica o convencional a la innovación social, y pone el foco en los grandes desafíos sociales y ambientales a los que nos enfrentamos, aumentando la participación de las comunidades a través de iniciativas que combinen demanda social e impulso tecnológico.
La Transformación Social como oportunidad para las empresas y las marcas.
El 77% de las grandes empresas españolas ya tiene en cuenta el impacto ambiental a la hora de elegir proveedores y el 68% el impacto social. La mayoría declara conocer e incluso trabajar para cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030 de la ONU. Sin embargo, es el momento de empezar en serio una transformación social competitiva en las empresas que haga compatibles los resultados económicos con el impacto social. Y los resultados son claramente visibles si las organizaciones son capaces de medir ese impacto y alinearlo con su propósito.
Una empresa que no sea capaz de ofrecer soluciones innovadoras a retos como la crisis climática, el envejecimiento poblacional o la desigualdad, será cada vez menos competitiva.
Desde esta nueva perspectiva, una empresa que no sea capaz de ofrecer soluciones innovadoras a retos como la crisis climática, el envejecimiento poblacional o la desigualdad,será cada vez menos competitiva.
Las estrategias tradicionales donde los objetivos sociales van por un lado y los objetivos empresariales por otro, todavía aguantan. Sin embargo, desde una perspectiva de competitividad a medio y largo plazo, no incluir la dimensión social o medioambiental en todos los procesos de estrategia e innovación empresarial, y no solo departamentales (RSC-RSE), genera ya riesgos incuestionables.
La Transformación social de las compañías es integral al cuadrado.
Integral en el alcance. La incertidumbre generada por COVID-19 nos ha hecho ver el riesgo que supone la falta de sostenibilidad social y medioambiental tanto en nuestras empresas como en nuestros hábitos de consumo. Si la empresa no es sostenible desde todos los ámbitos: financiero, económico, social y medioambiental, no solo es un riesgo para la viabilidad futura de la propia empresa, sino para todos sus stakeholders: empleados, proveedores, socios, clientes e inversores. No se puede ser social y no verde. No se puede estar a favor del medioambiente y no ser inclusivo.
Y también integral en su implantación en la empresa. La Transformación Social en las empresas necesita perfiles específicos, cierto, pero también requiere una nueva capacitación del resto de los equipos. De hecho, de todos los miembros del equipo. Debemos abordar la transformación social en las organizaciones como un proceso transversal que demanda que los empleados adquieran nuevos conocimientos y nuevas competencias de la misma manera que hicimos con la transformación digital. Al igual que en la transformación digital, esta nueva transformación necesitará desarrollar nuevas actitudes y sensibilidades en torno a la sostenibilidad social y medioambiental para garantizar que toda la organización comparte el mismo propósito y los mismos objetivos de futuro.
Ya no hablamos de marcas relevantes sino de empresas con impacto positivo y de marcas trascendentes.
El mañana, pues, será de las marcas sociales que practiquen un marketing de impacto positivo y de las empresas que vayan más allá del negocio y de los objetivos económicos. Es preciso un compromiso más amplio y profundo. Ya no hablamos de marcas con propósito relevantes sino de empresas sociales con impacto y de marcas trascendentes.
Alba Guzmán Rodrigo. Co-founder y CVO en ROSAPARKS, Propósito e Impacto Social.